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Yo que tú

05 Dic

Entre nuestras últimas entradas no podía faltar una reseña de nuestra fiel compañera y escritora insaciable Miriam Sivianes.

Yo que tú, manual de gramática y poesía es una joya que no muchos conocen, pero que merece la pena conocer, ya sea porque te llame la atención el diseño de su portada o porque te dé quebradero de cabezas su subtítulo y pienses: «¿gramática y poesía…?, ¿es posible?». Pues sí, es una mezcla explosiva, sigue leyendo.

 Juan Vicente Piqueras, jefe de estudios del Instituto Cervantes en Argel (o eso dicen por París), que ha viajado y vivido a las anchas de la geografía, nos presenta un poemario en el que funde dos mundos que ama y conoce por igual: el de la normativa ¿rígida? de la gramática y el de la libertad creadora de la poesía. Piqueras ya ha publicado anteriormente otros trabajos como La palabra cuando, Premio José Hierro 1991, o La hora de irse, Premio Jaén de Poesía. Como veis, es todo un experto en el arte del verso.

Lo que llama la atención de este librito (que encontraréis en la editorial Difusión) es precisamente esa mezcla entre dos universos aparentemente distantes, pero que beben indistinta y continuamente el uno del otro. Para los adictos a la Fundéu y a la RAE, al academicismo en general, debe ser duro asimilar que la poesía y el acto creativo existían antes de sus fijaciones normativas y, para los amantes del verso libre, esas «coacciones» deben ser inadmisibles en su proceso de creación. Pues ni uno ni el otro llevan razón, estos poemas son la muestra más evidente de que son una misma cosa que se retroalimenta a sí misma, y esta reflexión no es mía, la he hecho mía tras leer a Piqueras y el interesante prólogo que le hacen Jesús Aguado y Lourdes Miquel.

Yo que tú, se divide en tres partes temáticas (estamos siendo academicistas y normativos con este afán clasificatorio y ordenatorio). Una primera se centra en el «yo», La primera persona del singular; la segunda parte, La primera persona del plural, se adentra en el «nosotros», y la tercera parte y última, Hijos de Babel, es un «ellos» que cierra este poemario. Lo que nos interesa realmente aquí, aparte de disfrutar con la estética artística creada por el autor y del espacio para la reflexión que nos ofrece, es el cómo: ¿cómo juega el poeta con la gramática hasta hacer poesía? Pues juega con los tiempos verbales, con el yo poético, con el espacio poético, el visual de los símbolos, junto con la ortotipografía y el que queda fuera de la hoja; así, un(a) condicional, unas diéresis, un paréntesis, una sucesión suspensiva, dobla su fuerza y nos cautiva, porque lo leemos desde la gramática y pero sobre todo, desde su encuadre poético. ¡Qué dualidad más maravillosa!

Antes de que se nos olvide y de despedirnos con un poema de Piqueras, os recomendamos encarecidamente unas cuantas composiciones: Todavía cuando (adictos al Todavía de Benedetti, debe ser esa palabra que nos enamora), Entre paréntesis, Dos puntos, Sed del verbo amar, Ella y yo, Yo que tú y Sal de ti (nos ha costado elegir). Esperamos poder contactar con Piqueras pronto, para reflexionar sobre su poesía con él, tiene que ser un ejercicio de diálogo muy constructivo.

Todavía cuando

I

Todo en nosotros fluye como savia,
como el agua de la palabra cuando,
con acento y sin él. Somos adverbios
de lugar sin lugar.

Nuestro caudal
busca el mar y lo llama y no conoce
las tierras que atraviesa, las ciudades
que se miran en él, la sed, los puentes
que lo salvan, los frutos que algún día
nos deberán su jugo, las historias
que contará el rumor de nuestra ida,
qué tormentas nos aman ni qué pájaros
bajarán a saciar su sed a nuestra orilla.

Fugaces, raudos casi, pasamos por el mundo
como por los sembrados las sombras de las nubes.
Y nos vamos lo mismo que vinimos,
sin saber hacia dónde ni a quién ni para qué.

Vasallos de la edad, siervos del siglo,
esclavos de ir tirando, cuántas noches
nos preguntamos cuándo y todo calla
y soñamos que desaparecemos
sin dejar más mensaje que un puñado de humo
en las manos atónitas de quienes nos amaron,
un hueco de calor entre las sábanas.

II

Somos edad y donde. Somos cuando.

La memoria es un cuando indefinido
(cuando te conocí, cuando te fuiste)
o imperfecto (cuando éramos felices,
cuando llegabas tarde). Al desear
somos aún más cuandos (cuando vuelvas,
cuando llegue el momento, cuando quieras),
más subjuntivos y desamparados.
Incluso cada día, en la costumbre
que nos somete y nos identifica
(cuando salgo de casa, cuando escribo),
somos adverbios, con o sin acento.
Y sólo cuando duermo duerme el cuando.
Todo es cuando se acaba.
Sin cómo ni por qué, la vida es cuándo.

Cuándo la libertad. Cuándo nos vemos.
Cuándo el amor. Cuándo la poesía,
capaz de seducir al tiempo y darle
la voz que va buscando, nuestra sangre.

Hoy es mi cumpleaños
y no ha venido nadie a visitarme.
Soy feliz de estar vivo. ¡Cuánto cuándo!

Miriam Sivianes Mendía

 
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Publicado por en 5 diciembre, 2014 en Tintero

 

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